Se reza la Estación del Santísimo Sacramento…
V. En los cielos y en la tierra sea para siempre bendito y alabado. R. El Santísimo Sacramento del Altar.
Padrenuestro
V. Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; Venga a nosotros tu reino; Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
R. El pan nuestro de cada día dánoslo hoy; perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en la tentación; más líbranos del mal. Amén.
V. Dios te salve María; llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
R. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Oración.
Soberano Señor Sacramentado, segura prenda de la eterna gloria, ésta estación recibe con agrado, por ser de tu pasión tierna memoria, haz que destruido el reino del pecado, tu Iglesia Santa cante la victoria, asistiéndola siempre con tus dones en sus necesidades y aflicciones. Amén.
Hagamos un acto de fe en Jesús, como Buen Pastor
Credo de los Apóstoles: (Sobre un Crucifijo)
Creo en Dios Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, Todopoderoso.
Desde allí vendrá a juzgar a vivos y a muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable. Amén.
(Leamos despacio y meditemos)
Tú Dios mío, eres mi pastor, contigo nada me falta.
Me haces descansar en verdes pastos, Y para calmar mi sed me llevas a tranquilas aguas.
Me das nuevas fuerzas y me guías por el mejor camino, porque así eres tú.
Puedo cruzar lugares peligrosos y no tener miedo de nada, porque tú eres mi pastor y siempre estas a mi lado, me guías por el buen camino y me llenas de confianza.
Renovemos la confianza en la Divina Misericordia
Señor Jesús, vengo a tu presencia, reconociendo que no siempre he valorado el don de la vida. Tú me has regalado el existir, para que con tu gracia, fuese creciendo en vida plena, vida abundante.
Sin embargo, reconozco que muchas veces he dado lugar en mi mente a pensamientos que han ido en contra de la vida sobreabundante que tú quieres proveerme, perdóname por los pensamientos equivocados, por los pensamientos negativos y pesimistas, por los pensamientos de juicio y condenación contra mis hermanos que niegan la misericordia, perdóname por aceptar los pensamientos que me han llevado al terreno de los vicios capitales.
Perdóname, pues la aceptación de estos pensamientos me ha llevado a tener sentimientos negativos perdiendo así la paz y la alegría que viene de tu amor, hablando y actuando de manera equivocada. Hoy renuevo mi confianza en tu Divina Misericordia y en tu perdón, pidiendo también la gracia que a través de los misterios de la resurrección me concedas la vida nueva y abundante que quieres para mí y para las personas por quienes quiero interceder. Así sea.
Responsorio Penitencial:
A cada oración responderemos:
R. Señor ten piedad
• Por no valorar conscientemente la vida que me das…
• Por no valorar la vida de quienes están junto a mí…
• Por no valorar la vida de los menos favorecidos a los ojos del mundo…
• Por no valorar y defender la vida desde el vientre materno con mayor intensidad…
• Por no valorar la vida de los ancianos y los enfermos…
• Por las veces que no he cuidado y fortalecido la vida espiritual…
• Por no valorar y descuidar mi vida emocional…
• Por no alimentar el crecimiento de la vida intelectual…
• Por haber puesto en peligro en algunos momentos mi vida física o la de otras personas…
Señor Jesús, aumenta en nosotros el deseo de tener vida plena, vida abundante, a fin de que podamos ayudar a otros a amar la vida y a defenderla. Amén.
PRIMER MISTERIO
Jesús resucitado se presenta a su Madre, la Virgen Santísima.
Pidamos a nuestra Madre santísima la gracia de la fidelidad y una confianza firme en Jesús vivo para que se nos muestre en el momento oportuno.
Nos dice Juan Pablo II
Después de que Jesús es colocado en el Sepulcro, María es la única que mantiene viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso y sorprendente de la resurrección. La espera que vive la Madre del Señor el Sábado Santo constituye uno de los momentos más altos de su fe, en la oscuridad que envuelve el universo, ella confía plenamente en el Dios de la vida y recordando las palabras de su Hijo, espera la realización plena de las promesas divinas.
Contemplación y reflexión.
Contempla a María en Oración. Ella está postrada en una casita que posiblemente le han prestado, en las afueras de Jerusalén, entregando a Dios todo lo que hay en su oración. Cuantos recuerdos afloran a su mente, cuantos sentimientos dormidos despiertan en su corazón, la promesa del Arcángel Gabriel, la efusión del Espíritu Santo, por la cual Dios se encarno en su vientre, el nacimiento en Belén, la huida a Egipto, el Niño Jesús creciendo, sus primeros pasos, las primeras palabras, las risas y el asombro junto con José cada nuevo gesto de Jesús…
En todos estos recuerdos hay dolor, pero también hay agradecimiento por todo lo vivido y sobre todo, hay esperanza. Pues tiene la certeza de que su Hijo está por resucitar.
Puedes imaginar cómo, de pronto, se abre la puerta de la casa y con los primeros rayos del sol de la mañana entra Jesús con su Cuerpo glorificado. ¿Cómo habrá sido ese encuentro entre la madre y el Hijo? ¿Cómo habrá sido la mirada entre María y Jesús? Puedes pedirle al Espíritu Santo que te conceda la gracia de sentir internamente el amor de ese encuentro.
Jesús ayuda a su Madre a ponerse de pie y la abraza estrechamente junto a su pecho. Del divino Corazón surgen rayos de luz que colman el Corazón de María de una nueva Efusión del Espíritu Santo.
Pídele a María la gracia de participar, aunque sea en parte, de la resurrección, en gozo que su corazón traspasado por el dolor, experimento en ese momento.
Cuando Jesús resucitado, se presento a María, seguramente el alma de la Virgen volvió a entonar un cántico de gozo y alabanza, como muchos años antes había alabado a Dios al visitar a su pariente Isabel.
En ese entonces no fueron necesarias muchas explicaciones. El Espíritu Santo estaba haciendo su trabajo y dando a comprender sin palabras como el misterio de la vida se abría camino.
Ahora tampoco son necesarias las palabras, en el abrazo en que se funden como Madre e Hijo, el Espíritu se vuelca nuevamente en el alma de la Virgen y ella experimenta lo que en fe ya sabía: que Dios Padre siempre cumple sus promesas.
Sumérgete tú también en ese abrazo y deja que el amor de Jesús resucitado y de María, restaure tu corazón.
Siente como esos rayos de luz, que surgen del Corazón abierto, pero glorificado de Nuestro Salvador, penetran en tu corazón y restaura las grietas por las cuales antes perdías la vitalidad y la alegría.
Pídele a Jesús que con su amor restaure tu identidad y fortalezca tu decisión de seguirlo y de serle fiel, de ahora en adelante, en todos los momentos de la vida.
Padre Nuestro… 10 Ave Marías…. Gloria…
Jaculatoria de Fatima:
Oh! Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
T. “Por el poder de la resurrección libérame y sáname, Señor.”
SEGUNDO MISTERIO
Jesús resucitado se aparece a María Magdalena junto al sepulcro.
Entreguemos a la Virgen santísima y a Dios nuestro Señor, todas las pérdidas que hemos experimentado a lo largo de los años, a fin de que seamos liberados de la amargura que nos produce el recuerdo angustiante de las perdidas no sanadas.
Nos dice el Cantar de los Cantares:
En mi lecho, durante la noche, busque al amado de mi alma. ¡Lo busque y no lo encontré! Me levantare y recorreré la ciudad, por las calles y las plazas, buscare al amado de mi alma. ¡Lo busque y no lo encontré! Me encontraron los centinelas que hacen la ronda por la ciudad: “¿Han visto al amado de mi alma?” Apenas los había pasado, encontré al amado de mi alma. Lo agarre y no lo soltare.
Nos dice Juan Pablo II:
Jesucristo se aparece en primer lugar a las mujeres, sus fieles seguidoras y no a los discípulos y ni siquiera a los mismos Apóstoles, a pesar de que los había elegido como portadores de su Evangelio al mundo. Es a las mujeres a quienes por primera vez confía el misterio de la resurrección, haciéndolas testigos de esta verdad. Quizá quiera premiar su delicadeza y sensibilidad a su mensaje, su fortaleza, que las había impulsado hasta el Calvario. Quizá quiere manifestar un delicado rasgo de su humanidad, que consiste en la amabilidad y en la gentileza con que se acerca y beneficia a las personas que menos cuentan en el gran mundo de su tiempo.
Contemplación y reflexión:
Contempla a María Magdalena sentada sobre la roca exterior del sepulcro, mirando e interior vacío, la cabeza apoyada sobre la dura piedra, cansada de tanto dolor, de tanta perdida, de tanta incomprensión. Mientras esta allí quebrantada, porque se han llevado el cuerpo de su Señor; va rememorando cómo el encuentro con Jesús, cambió su vida. Ella no conocía el verdadero amor, hasta que Dios, con su delicadeza y respeto, sanó su identidad de mujer y le devolvió la dignidad perdida por el respeto, sanó su identidad de mujer y le devolvió la dignidad perdida por el pecado. Él le enseñó que era posible volver a empezar y en la mirada pura y dignificada de Jesús comenzó a verse a sí misma de un modo nuevo, diferente.
También a ti en este día, se te acerca el Señor Resucitado y te llama por tu nombre (siente en tu interior, con lo oídos del amor, la voz de Jesús pronunciando tu nombre…)
Muchos pueden pronunciar tu nombre, pero sólo Dios, por medio de su Espíritu Santo, puede hacerlo de tal forma que haga vibrar tu corazón. Póstrate espiritualmente ante él, entrégale el dolor por las pérdidas del pasado y del presente, y pídele en cambio que te ayude a abrir el corazón, a fin de que puedas ver en Jesús Resucitado, al Maestro de vida que te guía hacia el clarear de un nuevo día.
Padre Nuestro… 10 Ave Marías…. Gloria…
PADRE NUESTRO
V. Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea Tu Nombre; venga a nosotros Tu reino; hágase Tu voluntad, en la tierra como en el Cielo.
R. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
AVE MARÍA (10 VECES)
V. Dios te Salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
R. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
JACULATORIAS:
V. Toda la gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, Amén.
Oración: “Contigo María, nos regocijamos por Cristo Resucitado, luz: “que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” El es el Camino, la Verdad y la Vida. Como tú, Madre, queremos llenarnos de tu Hijo para tener vida plena y abundante y siempre decir con profunda fe “Señor mío y Dios mío”.
Jaculatoria de Fatima:
Oh! Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
T. “Por el poder de la resurrección libérame y sáname, Señor.”
TERCER MISTERIO
Jesús Resucitado se aparece nuevamente a los discípulos en la pesca milagrosa.
Te pedimos Señor, que cuando sintamos tu ausencia, sepamos confiar en que nuestros ojos no te vean y en nuestro corazón parezca que sólo habitan el silencio y la aridez…Tú estás presente.
Que tengamos paciencia y el amor para esperar nuevamente la pesca milagrosa y para reconocerte como Juan a la orilla de nuestras vidas a fin de exclamar con gozo: “Es el Señor”
Nos dice Juan Pablo II:
Es interesante analizar el proceso psicológico que los diversos encuentros con Jesús Resucitado dejan entrever: los discípulos experimentan una cierta dificultad en reconocer no sólo la verdad de la resurrección, sino también la identidad de Aquel que esta ante ellos y aparece como él mismo pero al mismo tiempo como otro: un Cristo “transformado”
Contemplación y reflexión:
Contempla a los discípulos que están pescando sobre la barca, la cual se mueve suavemente por el arrullo de las olas. Aún no ha amanecido y en el frío de la madrugada se respira la perplejidad pues Jesús Resucitado ya no pasa tanto tiempo con ellos. Al menos en la forma visible en que antes lo percibían. ¡Cuantas veces comenzamos a valorar los momentos en que tuvimos fervor espiritual, recién cuando nos toca atravesar etapas de aridez y sequedad!
Imagina que tu también estas en la barca con los apóstoles. No se habla mucho, hay poco que decir. Sabemos que quien ahora tiene que hablar es Jesús. Él lo hará en el momento en que crea que es mejor hacerlo. Mientras tanto esperamos y confiamos.
Al que creían muerto está vivo. Qué alegría… pero también cuantas preguntas se elevan ahora desde sus corazones a sus mentes: ¿Qué querrá Jesús que hagamos ahora? Se preguntan algunos de los discípulos; ¿me habrá perdonado por haberlo negado? Se pregunta Pedro… Y así en sus corazones hay más preguntas que respuestas… En sus corazones experimentan ahora más incertidumbres que certezas.
Quizás así es mejor… cuando quisieron construir sobre “la certeza” de creerse hombres importantes y poderosos todo se desmoronó, cuando hicieron el bien para buscar el reconocimiento y el respeto de la gente, perdieron todo lo que creían tener.
Hay que comenzar de nuevo les dice el Espíritu al corazón, lo están intuyendo fuertemente. Pero ¿Cómo?… quisieran tener todo bajo control y ahora van comprendiendo que el único al que pueden entregar el control de todas las áreas de su vida es a Jesús.
Quizás también nosotros, en algún momento de la vida pusimos en el corazón en certezas que después con los años demostraron que no eran tan firmes. Quizás también nosotros en algún momento construimos una espiritualidad a nuestra medida o parecer, pues no habíamos aprendido a escuchar en nuestro interior al Espíritu de Dios…
Quizás también nosotros construimos sobre arena algunas etapas de nuestra vida, en lugar de construir sobre la Roca. Pero ahora es diferente, estamos aprendiendo, lentamente, pero aprendemos. Ansiamos la venida del Maestro y que nos confirme en el llamado a seguirle y a trabajar en la construcción de su Reino a su manera y no a la nuestra.
Padre Nuestro… 10 Ave Marías…. Gloria…
Oración: “Contigo María, nos regocijamos por Cristo Resucitado, luz: “que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” El es el Camino, la Verdad y la Vida. Como tú, Madre, queremos llenarnos de tu Hijo para tener vida plena y abundante y siempre decir con profunda fe “Señor mío y Dios mío”
Jaculatoria de Fatima:
Oh! Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
T. “Por el poder de la resurrección libérame y sáname, Señor.”
CUARTO MISTERIO
Jesús Resucitado se aparece a los discípulos de Emaús
Te pedimos Señor, la gracia de comprender y experimentar que no caminamos solos en el camino de la vida, sino que tú caminas junto a nosotros. Ayúdanos a confiar en tus promesas de bendición, habla a nuestros corazones y abre nuestros ojos y nuestro entendimiento para descubrir tu presencia en nosotros y en quienes has puesto a nuestro lado.
Nos dice Juan Pablo II:
Hay una realidad inicial en reconocer a Cristo por parte de aquellos a los que él sale al encuentro, como se puede apreciar en el caso de la Magdalena y de los discípulos de Emaús… Pero Jesús los lleva gradualmente al reconocimiento y a la fe. Signo de la pedagogía paciente de Cristo al revelarse al hombre, al atraerlo, al convertirlo, al llevarlo al conocimiento de las riquezas de su corazón y a la salvación.
Contemplación y Reflexión:
Contempla en tu interior a estos dos hombres que, desanimados y tristes, caminan desde Jerusalén hacia Emaús. Contémplalos como los habrá contemplado el mismo Jesús. Escucha su conversación desesperanzada y sus discusiones, como la habrá escuchado Nuestro Señor y acércate a ellos como el Maestro se acerco. Quizás ellos te reflejen algún aspecto de tu vida o de lo que estás viviendo.
Él se acerca cada día para ayudarte a caminar cuando estas cansado, él se acerca como caminante silencioso para corregir la dirección de tus pasos, cuando estas caminando de manera equivocada, él se acerca cada vez que lo llamas por su nombre. Dile ahora: “Jesús amado, divino caminante de Emaús, acércate a mí, habla a mi corazón y enséñame tus caminos.”
Es necesario leer las Sagradas Escrituras, abriendo la mente y el corazón para poder escuchar a Dios, quien en más de dos mil años no ha cesado de hablar para decirnos que es necesario aprender a vivir.
Padre Nuestro… 10 Ave Marías…. Gloria…
Oración: “Contigo María, nos regocijamos por Cristo Resucitado, luz: “que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” El es el Camino, la Verdad y la Vida. Como tú, Madre, queremos llenarnos de tu Hijo para tener vida plena y abundante y siempre decir con profunda fe “Señor mío y Dios mío”
Jaculatoria de Fatima:
Oh! Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
T. “Por el poder de la resurrección libérame y sáname, Señor.”
QUINTO MISTERIO
Jesús resucitado se aparece a Tomás y a los demás discípulos que a causa del miedo están encerrados en el cenáculo.
Te pedimos que tu amor entre en nosotros y nos inunde, junto a la presencia de Jesús resucitado y al poder del Espíritu Santo, a fin de que seamos liberados de esas áreas de incredulidad, que al igual que el apóstol Tomás, no nos dejan creer plenamente en que Jesús está vivo.
Nos dice Juan Pablo II:
Jesús se presenta a los discípulos con su cuerpo transformado, hecho espiritual y participe de la gloria del alma, pero sin ninguna característica triunfalista. Jesús se manifiesta con una gran sencillez. Habla de amigo a amigo, con los que se encuentra en las circunstancias de la vida terrena.
Contemplación y reflexión:
Contempla el interior del Cenáculo y los discípulos alterados por la noticia de que hallaron el sepulcro vacío. Es que en ese momento, vacíos también estaban sus corazones, vacíos de fe, de esperanza y de alegría. Las puertas y las ventanas cerradas hacen que el lugar esté oscuro o iluminado tenuemente de manera artificial y que el aire se haya vuelto pesado y rancio por las lámparas de aceite, pero sobre todo por el vacío y a la vez, la pesadez que sienten los discípulos. En un ambiente así se hace hasta difícil respirar.
Cuando Jesús Resucitado se presenta debe invocar sobre ellos una nueva efusión de su Espíritu de paz, diciéndoles: “La paz esté con ustedes” este es el Shalom que tiene como objetivo no solo saludarlos, sino también exorcizar el miedo y la turbación que experimentan, pues piensan que están viendo un fantasma.
Pídele al Señor que sople sobre ti en este momento y siente en tu alma como te saluda con el Shalom, de modo que su paz arroje fuera de tu mente y de tu alma lo que no te deja tener la vida plena, lo que te impide dejar vivir a Jesús resucitado en tu corazón.
Luego, como Tomás, pones toda tu mano en la llaga del Corazón abierto de Jesús, e inundado del amor divino, caes postrado en su presencia, exclamando conmovido: “Señor mío y Dios mío”.
Más fuerte que los pecados, más fuerte que la infidelidad, más fuerte que la incredulidad misma es el amor que lleva al arrepentimiento y mueve a la conversión. Esto es tan cierto que entre los apóstoles solo uno llegó a tocar el Corazón de Jesús y es Tomás, convertido de su incredulidad.
También tú, si has tomado la decisión de comenzar de nuevo o de cambiar el rumbo, puedes hoy tocar el Corazón del Maestro. Anímate, pues él ya está tocando con tu gracia tu corazón.
Padre Nuestro… 10 Ave Marías…. Gloria…
Oración: “Contigo María, nos regocijamos por Cristo Resucitado, luz: “que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” El es el Camino, la Verdad y la Vida. Como tú, Madre, queremos llenarnos de tu Hijo para tener vida plena y abundante y siempre decir con profunda fe “Señor mío y Dios mío”
Jaculatoria de Fatima:
Oh! Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
T. “Por el poder de la resurrección libérame y sáname, Señor.”
ORACIONES FINALES:
Letanías a Jesús
A cada letanía responderemos:
“Ten Misericordia de nosotros”
1.Jesús, resucitado
2.Jesús, amable
3.Jesús, admirable
4.Jesús, Dios fuerte
5.Jesús, mensajero del plan divino
6.Jesús, todopoderoso
7.Jesús, pacientísimo
8.Jesús, obedientísimo
9.Jesús, manso y humilde de corazón
10.Jesús, amante de la castidad
11.Jesús, amador nuestro
12.Jesús, Dios de paz
13.Jesús, autor de la vida
14.Jesús, modelo de virtudes
15.Jesús, celoso de la salvación de las almas
16.Jesús, nuestro Dios
17.Jesús, nuestro Refugio
18.Jesús, padre de los pobres
19.Jesús, tesoro de los fieles
20.Jesús, bueno
21.Jesús, verdadera luz
22.Jesús, sabiduría eterna
23.Jesús, bondad infinita
24.Jesús, camino y vida nuestra
25.Jesús, alegría de los ángeles
26.Jesús, rey de los patriarcas
27.Jesús, maestro de los apóstoles
28.Jesús, doctor de los evangelistas
29.Jesús, fortaleza de los mártires
30.Jesús, luz de los confesores
31.Jesús, pureza de las vírgenes
32.Jesús, corona de todos los santos
33. De todo mal
R. Líbranos Señor
34.De todo pecado
35.De tu ira
36.De las asechanzas del demonio
37.Del espíritu impuro
37.De la muerte eterna
38.Del menosprecio de tus inspiraciones
39.Por el misterio de tu santa encarnación
R. Todo mal, líbranos Señor
40.Por tu natividad
41.Por tu infancia
42.Por tu divinísima vida
43.Por tus trabajos
44.Por tu agonía y pasión
45.Por tu Cruz y desamparo
46.Por tus sufrimientos
47.Por tu muerte y sepultura
48.Por tu resurrección
49.Por tu ascensión
50.Por tu institución en la santísima Eucaristía
51.Por tus gozos
52.Por tu gloria
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo
Perdónanos Jesús
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo
Escúchanos Jesús
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo
Ten misericordia de nosotros Jesús.
Jesús óyenos, Jesús escúchanos
Oremos:
Te pedimos Señor que quienes veneramos el Santísimo Nombre de Jesús disfrutemos en esta vida de la dulzura de su gracia y de su gozo eterno en el Cielo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Jesús caminante
Cristo Jesús, Salvador deseado y esperado de la historia, de mi historia, ven a caminar por ella. Camina por mi pasado, mi presente y mi futuro.
Tú que caminaste por caminos, senderos y calles de pueblos y ciudades, camina hoy por mí y bendíceme con tu amor.
Tú que sanaste a los leprosos, cura la lepra que se produjo en mi ante aquellos pecados que por ser soberbio, débil o ignorante me sumieron en la enfermedad.
Tú que perdonaste a quienes se reconocían pecadores y los cubriste con tu amor, clava en tu Cruz todos mis pecados y unge mis heridas con tu bendita sangre.
Tú que sanaste a los sordos, cura y libérame del espíritu de sordera que no me deja percibir tu amor y escuchar tu voz, discernir tu Voluntad y escuchar el clamor de los hermanos que sufren.
Tú que curaste a los ciegos, libérame del espíritu de la ceguera que no me permite verte en mí constantemente vivir en alabanza por tu inigualable belleza.
Tú que sanaste a los epilépticos y mudos, libérame del espíritu de la epilepsia y mudez que me impide expresarme y expresar tu Palabra con sabiduría, prudencia, caridad, afecto y firmeza.
Tú que sanaste a los paralíticos, libérame del espíritu de parálisis en mis piernas y en mi alma, que me deja postrado largo tiempo haciéndome perder la virtud de la alegría y no sé hacia dónde dirigirme para hacer tu Voluntad.
Tú que resucitaste a los muertos, resucita Oh caminante santo, las áreas de mi historia, que están marchitas, agonizantes o muertas.
Tú que expulsaste a los demonios, libérame de toda fuerza o cercanía del espíritu del mal y colmame de tu santo y dulce Espíritu para que por tu gloria brillen los dones y carismas que me diste.
Envíame a tus santos Arcángeles y Ángeles para que me guíen a lo largo del camino y me colmen de tu paz.
Amén.
¡¡¡Unidos en la Eucaristía!!!
AL TERMINAR LOS MISTERIOS
Ofrecemos las siguientes oraciones por las intenciones del Papa, las necesidades de la Iglesia y las del estado y por la propagación de la fe.
V. Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea Tu Nombre; venga a nosotros Tu reino; hágase Tu voluntad, en la tierra como en el Cielo.
R. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
AVE MARÍA
V. Dios te Salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
R. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
V. Toda la gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, Amén.
LA SALVE
Dios te Salve, Reina y Madre de Misericordia, Vida, Dulzura y Esperanza nuestra. Dios te Salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a Ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea pues, Señora Abogada nuestra, vuelve a nosotros ésos Tus ojos misericordiosos y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto Bendito de Tu vientre, Oh Clemente, Oh Piadosa, Oh Dulce Virgen María. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.